Por: Dra. María Teresa Santander, Directora de la Escuela Internacional "Ingeniería y Sociedad" y Académica del Departamento de Ingeniería Industrial.
Diversas narrativas acerca de la tecnología señalan que en cuanto las aplicaciones prácticas tuvieron base científica, el término "tecnología" asumió su interpretación moderna. Sin embargo, no fue hasta el siglo XVII que la tecnología adquirió contenido científico, lo que permitió referirse a ella como “ciencia aplicada”.
Esta tesis nos permite distinguir el hacer técnico del hacer tecnológico, considerando que, durante siglos, las personas elaboraron utensilios, aparatos, mecanismos y máquinas, y lo hicieron sin comprender por qué funcionaban o se comportaban de determinada manera.
Asimismo, nos permite observar que los alcances de la técnica y la tecnología son distintos, que la técnica constituye uno de los componentes de la tecnología y que esta última fue desarrollada a partir de la primera Revolución Industrial, por lo que situar el discurso de la tecnología en la tercera y la cuarta revolución industrial, es decir, la informática (automatización y tecnologías de la información TIC), y la digitalización (internet de las cosas, la nube, coordinación digital y los sistemas cibernéticos y robóticos), es desconocer los inicios-modernos de un hacer humano fundamental.
Actualmente, las derivas tecnológicas nos conducen a tensionar la apuesta por la tecnología y el progreso, considerando que es difícil aplaudir sin restricciones, el avance científico-tecnológico. Las maneras de irrumpir y desplegarse en la cotidianeidad individual, local y global, la disponibilidad condicionada, los altos costes, los impactos y riesgos de diferentes intensidades y escalas de las diversas tecnologías, han debilitado la confianza en el progreso científico-tecnológico y su consecuente mejora en la calidad de vida las personas.
El crecimiento acelerado y la irrupción permanente de nuevas tecnologías, traducido en la vertiginosa renovación de artefactos, plataformas y sistemas tecnológicos que conlleva la generación de obsolescencias y desechos; nos ponen desafíos cada vez mayores en materia de decisiones tecnológicas; decisiones que crean cambios, cambios que han llevado a ciertos colectivos sociales a comprender que las decisiones sobre la tecnología no son materia exclusiva de expertos y son intrínsecamente sociales.
La ingeniería, como disciplina creadora de tecnología, se enlaza con la matriz cultural y política de las sociedades, siempre de la mano del adelanto científico-tecnológico, representando un factor influyente en la construcción de nuestras sobrenaturalezas y sociedades. Al presente, en la era de la información y la sociedad del conocimiento, se ha modificado la sociedad moderna con transformaciones que, en el transcurso del tiempo, han decantado en el cuestionamiento de la actual configuración del modelo, principalmente por el reflejo de una inequitativa relación entre el proyecto moderno de sociedad y el bienestar de las comunidades y del planeta. Bajo esta óptica, es fundamental subrayar la necesidad de profesionales de la ciencia e ingeniería con una nueva forma de pensar, crear y actuar en tecnología, incorporando la responsabilidad ética y social en el control y regulación de las consecuencias e impactos que el crecimiento científico-tecnológico conlleva.
Por esto, es necesario abordar la relación entre ética y tecnología, considerando de manera transversal los dilemas éticos que el progreso tecnológico introduce; cómo la tecnología ha contribuido al desarrollo de la humanidad, y cómo los(as) ingenieros(as), actores sociales especializados, pueden aportar a los actuales desafíos de Latinoamérica.
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